Veces visitado

lunes, 26 de mayo de 2014

El rapto de Europa

Jugaba un día la hermosa princesa Europa en un prado. Europa tenía una belleza increíble, rubios cabellos, figura imponente y siempre iba muy bien vestida y elegante. 
Jugaba junto a otras chicas, reían y cantaban, mientras cerca suyo, pastaba tranquilamente una manada de toros negros propiedad del padre de la princesa. 

Zeus, el padre de todos los dioses y hombres, que ya sabía la existencia de tan preciosa princesa, pidió a Hermes, su hijo, que fuese a averiguar dónde se encontraba.
 
Hermes era muy veloz, tenía un par de alas en la cabeza y otro par en los pies, lo que le permitían viajar muy rápido. Enseguida localizó a Europa y a toda velocidad fue a contárselo a su padre. 

Zeus, muy inteligente, se transformó en un toro blanco y se acercó al prado donde Europa jugaba con sus amigas. Las chicas se asustaron al ver al gran toro, blanco como la luna. Europa en cambio, que nunca había visto a un toro blanco, se acercó despacio al animal. El aspecto manso del toro invitó a Europa a acariciarle. Tan a gusto y confiada estaba Europa que decidió sentarse sobre su lomo. Europa parecía hipnotizada, hasta el punto de que colgó un collar de flores sobre el cuello del toro, o quizás tendríamos que decir de Zeus. 

Estaba tan tranquila Europa subida al toro que de repente, Zeus aprovechó para empezar a correr y saltar desde el acantilado. Nadó por los mares y recorrió todos los territorios que ocupan hoy el actual continente de Europa. 

Llegaron a la isla de Creta, allí Zeus recobró la forma humana. Europa quedó prendida y se quedaron a vivir juntos. Tuvieron tres hijos y Europa se convirtió en la primera reina de la isla. Zeus, para que quedara en el recuerdo para siempre, recreó la forma del toro blanco en las estrellas, que actualmente se conocen como la constelación de Tauro. 




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